
No hay ovación, no hay pasodoble que anime a la afición. Solo escaparates con tiendas esperando al comprador.
No hay toro, no hay torero, ni tampoco picador, que sensación tan rara tengo busco gradas y almohadillas, busco la sombra y busco al sol. No hay pañuelo no hay presidente, no hay tribuna de honor y aunque el tiempo lo permitiera.
La autoridad ya no lo permite. Mataron la Fiesta y aquí en el centro de lo que fue la plaza me encuentro yo, con más pena que gloria, recordando a mi padre que fue el mayor aficionado de La Fiesta hasta el día que se fue de este mundo traidor.
María Ibáñez
No hay comentarios:
Publicar un comentario