Ahora que todos se han dormido
déjame susurrarte al oído,
que deseo tenerte conmigo
que el cielo sea testigo.
Del cálido beso recibido
en ausencia de toda presencia,
este beso dado a conciencia
nunca caerá en el olvido.
Que no sea un beso vendido
preferiría antes oír un aullido,
me iría rápidamente, decidido,
nadie, sentiría mi quejido.
María Ibáñez
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