Con una olla en la mano y en la otra una sartén,
una mujer cavilaba ¿qué puedo hacer de comer?
pues nunca llegaba a final de mes
y quería comer de caliente.
Se acercaba el medio día, la mesa estaba vacía,
fue hacia el armario, buscó por todos los bolsillos,
por si encontraba algún dinerillo,
con lo poco que encontró, cogió el bolso y se marchó.
Con paso decidido fue al mercado,
le preguntó una vecina,
¿Dónde vas Agustina?
Ella contestó-a hacer milagros y se marchó.
Recorrió todo el mercado
mirando por todos lados,
si algún precio había bajado
todo estaba por la nubes.
Las chuletas, la ternera, el pollo y el conejo,
las coles, los pepinos, los pimientos y los puerros,
el marisco ni mirarlo,
Agustina aparta su mirada hacia otro lado.
De repente se paró, allí estaban ellas,
bien puestecitas brillaban como la plata,
estaban contentas de poder alegrar las pobres mesas,
¿A qué esperas? Parecía oír Agustina.
-Somos las sardinas lo mejor de por aquí,
y sardinas compró, en la parada de enfrente
las patatas estaban a buen precio, compró
y aun le sobró para huevos “el huevón”.
Volvió contenta hacia su casa
ya tenía la comida de ese día,
mañana…………….Dios diría,
pero hoy comer por todo lo alto.
De primero patatas cocidas a cuadros
de segundo patatas fritas con sardinas,
y de postre con dos huevos y harina,
unas tortitas que son cosa fina.
Con los huevos y las patatas que han sobrado,
Una gran tortilla para la noche ha cocinado.
Moraleja los milagros existen.
María Ibáñez
Dedicado con cariño para Águeda, ella fue quien me enseñó a hacer milagros
pues nunca llegaba a final de mes
y quería comer de caliente.
Se acercaba el medio día, la mesa estaba vacía,
fue hacia el armario, buscó por todos los bolsillos,
por si encontraba algún dinerillo,
con lo poco que encontró, cogió el bolso y se marchó.
Con paso decidido fue al mercado,
le preguntó una vecina,
¿Dónde vas Agustina?
Ella contestó-a hacer milagros y se marchó.
Recorrió todo el mercado
mirando por todos lados,
si algún precio había bajado
todo estaba por la nubes.
Las chuletas, la ternera, el pollo y el conejo,
las coles, los pepinos, los pimientos y los puerros,
el marisco ni mirarlo,
Agustina aparta su mirada hacia otro lado.
De repente se paró, allí estaban ellas,
bien puestecitas brillaban como la plata,
estaban contentas de poder alegrar las pobres mesas,
¿A qué esperas? Parecía oír Agustina.
-Somos las sardinas lo mejor de por aquí,
y sardinas compró, en la parada de enfrente
las patatas estaban a buen precio, compró
y aun le sobró para huevos “el huevón”.
Volvió contenta hacia su casa
ya tenía la comida de ese día,
mañana…………….Dios diría,
pero hoy comer por todo lo alto.
De primero patatas cocidas a cuadros
de segundo patatas fritas con sardinas,
y de postre con dos huevos y harina,
unas tortitas que son cosa fina.
Con los huevos y las patatas que han sobrado,
Una gran tortilla para la noche ha cocinado.
Moraleja los milagros existen.
María Ibáñez
Dedicado con cariño para Águeda, ella fue quien me enseñó a hacer milagros
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