Hoy cuando volvía del trabajo a casa, he bajado al metro como casi cada día, me he sentado y antes de coger mi libro del bolso he echado una ojeada al vagón, casi siempre es la misma visión, personas de cualquier edad, con un móvil en la mano inmersos o mejor dicho esclavos de dicho móvil, la gente habla mucho por teléfono, pero no conversa, aunque vayan acompañados prefieren perder el tiempo con el dichoso móvil en lugar de disfrutar de la compañía que tienen a su lado, o del bebe que llevan en el carrito.
Pero hoy tenido una agradable visión, dos jóvenes en diferentes asientos estaban leyendo un libro. He intentado ver los títulos, el del chico ha sido imposible, pero el de la chica si he podido verlo. Los Árabes de Mar. Que alegría no todo está perdido, mientras haya, aunque solo sea un joven leyendo un libro, habrá esperanza para este mundo.
Como yo no he leído el susodicho libro he buscado información en Internet y he encontrado un artículo de EL PAÍS que copio a continuación.
María Ibáñez
Pero hoy tenido una agradable visión, dos jóvenes en diferentes asientos estaban leyendo un libro. He intentado ver los títulos, el del chico ha sido imposible, pero el de la chica si he podido verlo. Los Árabes de Mar. Que alegría no todo está perdido, mientras haya, aunque solo sea un joven leyendo un libro, habrá esperanza para este mundo.
Como yo no he leído el susodicho libro he buscado información en Internet y he encontrado un artículo de EL PAÍS que copio a continuación.
María Ibáñez
Los árabes del mar
Impulsado por un anhelo infantil, encontrar a los árabes del mar, los navegantes simbolizados por Simbad, el barcelonés Jordi Esteva (1951) viajó a la costa de Sudán. Allí sólo encontró rescoldos de aquel mundo soñado, el de los audaces marinos que surcaron en sus dhows el Índico desde los puertos de Arabia y dominaron las rutas comerciales viviendo aventuras fabulosas. Pero su sueño no se apagó. Viajó de nuevo años después y se dedicó a recorrer los puertos desvanecidos de aquellos beduinos de las olas en pos de sus huellas. Visitó lugares legendarios como Zanzíbar, Mascate, Socotra y la costa de los Zenj, habló con viejos pescadores, y trabó insólitas amistades. Sus periplos, con un punto crápula a lo Monfreid, conforman este libro (Península) que mezcla aventura y nostalgia, quizás el mejor del género de viajes escrito jamás en castellano..
Jacinto Antón. Babelia/El País
Pues si yo cono9zco muchos jovenes que leen y eso es grato muy grato pareciera que la vcultura de hoy dia es tener un movil pegado a la oreja pues no! Nio perderemos la esperanza hay mucha gente que lee y eso es de agradecer Beso maria me alegra que no pierdas la esperanza!!
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